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¿Qué pueden hacer los líderes del mundo ante la crisis del Coronavirus?
Por primera vez en la historia, la globalización nos ha permitido a todos los ciudadanos del mundo centrar nuestra atención en un mismo tema: El Coronavirus.
Aunque históricamente han existido muchos sucesos de interés global, ninguno había convertido a cada persona de este planeta en potencial epicentro de la misma catástrofe.
La lejanía con la que veíamos graves sucesos en otro continente también se reflejaba en una empatía muy lejana o ausente. Una guerra en Medio Oriente resultaba intrascendente para un latinoamericano, mientras que una matanza en México tampoco conmovía a la gente de África o Asia.
Así que el impacto del COVID-19 no solo es sanitario o económico, es brutalmente emocional con un alcance global.
Se han desaparecido las fronteras, las barreras del idioma y la condición económica. Nadie puede pisar tierra firme, nadie está a salvo. Todos vivimos las mismas angustias, la misma incertidumbre, el mismo miedo y por lo que se ve venir, el mismo dolor.
En este escenario de emociones a flor de piel, magnificadas por un largo encierro obligado ¿Qué pueden hacer los líderes del mundo para gestionar la crisis, brindar tranquilidad y motivar a la gente a obedecer el #QuédateEnCasa?
Renunciar al pensamiento rígido
En primer lugar, tienen que renunciar al pensamiento rígido e inamovible. Lo que en una situación normal funcionaba, seguramente no tendrá buenos resultados en medio de una contingencia.
Al actuar con flexibilidad, los líderes podrán tomar decisiones de impacto social positivo sin preocuparse por renunciar incluso a sus ideas políticas.
Un gobierno altamente enfrentado quizá tenga que promover una tregua y pactar con la oposición para implementar medidas que permitan salvar más vidas.
La otra vertiente de renunciar implica olvidar su agenda personal y política.
Hoy es tiempo de cuidar la vida de las personas y de reconstruir países que quedarán devastados por la crisis de salud y su consecuente crisis económica; no de promoverse en medio de la tragedia.
El líder que anteponga su ambición personal a la emergencia terminará fracasando y llevará siempre sobre sus hombros el peso de los muertos que por mezquindad política, no quiso salvar.
Honestidad
En situaciones de crisis la tentación de minimizar los hechos o maquillar cifras es mayúscula y aunque las intenciones sean buenas (evitar pánico social o cuidar la economía) el desgaste de intentar ocultar información puede ser catastrófico.
A la clase política de ningún país se le puede culpar por el coronavirus; pero sí se le culpará por mentir y ocultar información en medio de la tragedia.
Así que el único camino posible para los líderes del mundo es hablar con la verdad y basar sus decisiones en argumentos técnicos comprobados. De nada sirve mentir cuando inevitablemente la realidad los alcanzará.
Una crisis sin fórmulas
En tiempos de crisis no existen fórmulas probadas, no existen medidas buenas o malas, no existe un manual o un protocolo para salir de una catástrofe nunca vista.
El líder que intente replicar ciegamente medidas de otras naciones, con otros climas, otras circunstancias económicas y distinta densidad de población, pondrá en aprietos a su propio país.
Si bien existen medidas generales dictadas por organismos como la Organización Mundial de la Salud, la realidad de cada población obliga a sus líderes a tomar rápidamente decisiones locales con las opciones que tienen a su alcance.
En esta diferencia de factores sociales y económicos radica el hecho de que países que toman las mismas medidas presenten distintos resultados, tanto en el manejo de la pandemia como en su percepción pública y política.
Dejar la estupidez para otra ocasión
Cuando un presidente continúa, en medio de la emergencia, empujando sus ambiciones personales tiende a declarar cosas absurdas.
Ese esfuerzo por ajustar la tragedia a su propia agenda política los lleva a decir estupideces. Minimizan la situación (que después se sale de control), inventan conspiraciones o mienten deliberadamente.
El riesgo de su irresponsabilidad es que lo que digan o hagan será replicado por sus seguidores. Un efecto espejo de gran magnitud con un final terrible.
Si mi presidente dice que no pasa nada ¿por qué me tendría que quedar yo en casa? responden con naturalidad miles de ciudadanos alrededor del mundo.
Les comparto tres ejemplos de muchos de los líderes que han sido irresponsables, tanto en sus declaraciones como en sus acciones:
Donald Trump (EUA)
En una entrevista para CNBC el 22 de enero, por motivo del primer infectado del Covid19 en Estados Unidos, Donald Trump pronunció una frase que sin duda será demoledora para su carrera política:
"Es solo una persona que vino de China y todo lo tenemos bajo control. Todo va a estar bien"
Obviamente no fue solo una persona. Según una investigación de The New York Times, en enero llegaron a Estados Unidos 381,000 personas provenientes de China en más de 1,300 vuelos.
Y por supuesto que no tenía todo bajo control. Hoy en día Estados Unidos se ha convertido en el país con más casos confirmados en todo el mundo y el número de muertos se incrementa exponencialmente.
Adicionalmente sus sistemas de salud han sido rebasados y se diluye la percepción ciudadana de que son la gran potencia mundial capaz de enfrentar con éxito cualquier desafío.
Otra prueba de que su agenda personal le importa más que enfrentar la tragedia está que en la misma conferencia de prensa en la que sus asesores de salud proyectaban que podría haber entre 100,000 y 240,000 muertos en Estados Unidos, el presidente dijo: "Creo que hemos hecho un gran trabajo".
Jair Bolsonaro (Brasil)
En medio de la pandemia y siendo fiel a su estilo polémico de comunicar. El presidente de Brasil señaló en televisión: “El coronavirus es apenas una pequeña gripe o un resfriado”
Esa sola declaración sirvió para que miles de brasileños salieran a protestar contra la cuarentena impuesta por los gobiernos locales (la sentían exagerada) y que otros tantos salieran a protestar contra el manejo despreocupado que el gobierno de Bolsonaro le estaba dando a la pandemia.
Sin duda alguna fue el peor momento para ser irresponsable y alimentar la división de la sociedad. Hoy Brasil presenta 22.169 casos confirmados y 1,223 muertos por el Covid19.
Andrés Manuel López Obrador (México)
El presidente de México es otro personaje que al inicio de la pandemia se rehusó a suspender sus eventos masivos y a saludar de mano, abrazo y beso incluso a bebés.
Desobedeció constantemente las indicaciones de distanciamiento social que emitía su propio gobierno, se dijo protegido ante la pandemia por una imagen religiosa e hizo llamados a las personas para que salieran consumir en los negocios locales.
"Si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, pues sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes"
Además su experto y vocero ante la epidemia, el Dr. Hugo López-Gatell señaló ante la posibilidad de que el Presidente se someta a una prueba para descartar coronavirus:
“La fuerza del Presidente es moral, no de contagio”
El llamado del presidente y su poco sentido de urgencia inicial marcaron a una sociedad que sigue incrédula ante los riesgos de la pandemia que aún no llega a su pico máximo.
Según un estudio de Google, México es el país que menos respeta el "quédate en casa". Solo el 35% de la población ha seguido la recomendación.
Actuar con sentido común
En política y en medio de una contingencia, el sentido común es un bien que escasea.
Los líderes mundiales que no han sido flexibles, que se mantuvieron fieles a sus ideas de política doméstica o que de plano han minimizado los alcances de la pandemia, tarde que temprano pagarán su irresponsabilidad política.
Mientras que los presidentes que respondan mejor, que actúen con honestidad y que tengan como un objetivo único y primordial el cuidar la vida de las personas, pasarán a la historia como lo que son: Auténticos líderes políticos.