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Los conspirólogos de internet te pedirán que mates a tus padres
De la mentira a la conspiración
La mentira siempre ha existido a lo largo de nuestra historia y con ella una consecuencia lógica: la desconfianza.
Existen miles de fabulas, cuentos infantiles y hasta pasajes bíblicos que dan cuenta de personajes que fueron traicionados después de confiar en alguien o algo, como la pequeña caperucita que confió en el lobo feroz y terminó siendo devorada.
El internet y las redes sociales, como las herramientas de información de mayor alcance, físico, psicológico y emocional que hayan existido, son un espejo y un gran alimentador de la desconfianza ciudadana que viven millones de personas en todo el mundo.
No importa si se es rico o pobre, letrado o ignorante, un premio nobel o un estudiante, un gran empresario o un modesto trabajador. La desconfianza a todo lo que se lee o se escucha invade a todos por igual.
Por supuesto que elementos para desconfiar existen por docenas y el fracaso actual de muchos gobiernos, instituciones, partidos políticos, medios de comunicación e iglesias de todos los credos reafirman el sentir de las personas.
Sin embargo, esta mezcla de tristes realidades y altas dosis de fantasías conspiratorias nos conducen a una verdadera catástrofe de credibilidad y confianza social.
Los expertos son manipulados
Ya no importa quién lo diga o cómo lo diga, si es voz autorizada en determinado tema o representa a una reconocida universidad; el nuevo deporte social se llama desmentir sin conocimientos sólidos y tratar de encontrar la conspiración detrás de absolutamente todo. La clásica mano del titiritero que manipula los argumentos de los expertos con un fin maligno.
Sentirse moral o intelectualmente superior es una nueva necesidad que trata de demostrar que se posee de un entendimiento mayor que el resto de los mortales o peor aún, una necesidad de presumir por medio de las teorías conspiratorias que se maneja información clasificada o de alto nivel.
Las grandes dosis de endorfinas generadas por la fuerza de las discusiones sin sentido alrededor de estas teorías hacen aún más llamativo el querer inventar la nuestra y generar por supuesto, algo de ruido digital...
El algoritmo de la conspiración
Insisto, la tragedia de la realidad queda clara, pero ¿quiénes alimentan las fantasías conspiratorias que tantas pasiones nos despiertan?
En primer lugar los algoritmos de las redes sociales.
Facebook, Twitter, Instagram etcétera, privilegian el conflicto, el disenso y las teorías conspiratorias en sus usuarios. La queja, la denuncia y la necesidad imperante de publicar hasta el hartazgo con tal de despertar a los borregos que no piensan como nosotros, siempre tienen prioridad en las filas de los timelines.
Políticos conspiradores
Y en segundo lugar y absolutamente ligada a estos algoritmos está la comunicación política y la conversación que se genera a su alrededor.
Sin duda alguna, la política se ha convertido en el epicentro de estos grandes terremotos que cimbran también la credibilidad de reconocidos académicos, instituciones y expertos. Sobre todo, cuando personajes que ocupan los grandes cargos públicos aprovechan esa desconfianza ciudadana para mermar y desacreditar información que no les favorece.
El caldo de cultivo que alimenta a los desconfiados cada día crece más y la actitud de los políticos la exacerba. Desafortunadamente, lo que antes sentíamos absurdo y sin sentido, hoy forma parte de una realidad alternativa con impacto real en la vida de todos.
Movimientos antivacunas y terraplanistas, ataques raciales para explicar los males del mundo y conspiraciones extraterrestres se suman con mayor naturalidad a las discusiones públicas.
No matarás
La paranoia y la desconfianza social pueden llevarnos a la autodestrucción, aunque paradójicamente busquen protegernos de los peligros y engaños.
Estamos muy cerca de que la desconfianza digital se termine de consolidar como una desconfianza social activa y generalizada en el mundo real. Los conspiradores digitales acusarán a nuestros padres y hermanos y muchos de ellos a sus hijos, porque la teoría que propagarán así lo exige.
Sino reinstalamos la confianza social, ignoramos todos esos click-baits (carnadas digitales) que despiertan las emociones más primitivas y hacemos un ejercicio de credibilidad colectiva, terminaremos matando a la gente que queremos porque simplemente no coincide con nuestras creencias.